Carme Riera evoca en su documentada biografía, Carmen Balcells, traficante de palabras, el momento en que la agente literaria volaba hacia su destino. Comencé la lectura del libro en el capítulo 8 cuyo titulado: Gabriel García Márquez. La imaginación -siempre independiente de la voluntad- voló sobre el océano Atlántico desde Barcelona, para llegar a la entonces México DF –hoy Ciudad de México.
El viaje “inauguraría el éxito empresarial de Carmen Balcells”, señala el escritor mexicano Vicente Leñero… “Gabriel García Márquez nos había entregado para (la revista) Diálogos un capítulo de Cien Años de Soledad, recién terminada la novela y en vísperas de su viaje a Buenos Aires, para encontrarse, a bocajarro, con su explosivo éxito…” y añadía “…con ese tesoro en sus manos, Carmen Balcells se convirtió en la más poderosa agente literaria en castellano, amiga entrañable del futuro Premio Nobel, a quien calificó al conocerlo, en 1965, como un hombre antipático y pretencioso”.
Leer es un viaje, que conduce a otros viajes. La memoria, por su estado fluido es una danza sin fin, escribió la neuropsiquiatra Verónica O’Keane. Con la capacidad de nuestra memoria, la imaginación construye continuos viajes, cruzando y combinando datos. “Enciérrate en un cuarto, cierra los ojos y espera. El mundo vendrá a ti” dirá Franz Kafka.
II
Diez años antes, en julio de 1955, Gabriel García Márquez llegaba a Ginebra –salía por primera vez de Colombia- para contar cómo conversaban los “cuatro grandes”: Nikolay Bulganin, Dwight Eisenhower, Anthony Eden y Edgar Faure, en el primer encuentro, en el que la post-guerra persistía como Guerra Fría.
Eisenhower llega al aeropuerto de Ginebra: “Fue de una ejemplaridad cinematográfica…se desarrolló en el aeródromo un espectacular episodio de película norteamericana…Un ejército de detectives disfrazados de detectives de Hollywood con gabardinas claras…” En la mirada, el imaginario y el relato del “redactor cinematográfico” Gabriel García Márquez el cine le permitía organizar la realidad, para contarla a los lectores de El Espectador de Bogotá, con sus referentes visuales y conceptuales.
El 21 de mayo de 1965, mientras Balcells estaba enfrascada en gestiones, visas, telegramas y llamadas telefónicas –asediadas por resonancias y sonoridades- que requerían los viajes de trabajo en la década más importante de la segunda mitad del siglo XX, en México DF Gabriel García Márquez escribía en carta a su compadre, “El guión de la película de Arturito (Ripstein) cuyo título definitivo es “Tiempo de morir”, está ya terminado desde hace una semana, y por lo pronto mereció los elogios públicos de la Dirección General de Cinematografía…creo que está bien, la filmación empieza el siete del mes entrante, probablemente en un pueblo de Michoacán. Hemos recorrido media república en busca del pueblo ideal, que por supuesto no se encuentra, como tampoco encontraremos a Macondo el día que lo necesitemos. Carlos Fuentes retocó y le dio fuerza y color a los diálogos. Papá Ripstein está loco por amarrar en una Ceiba y todos esperamos que las cosas salgan bien. En agosto, si no hay contratiempos, la película estará lista para estrenar”.
Y continuaba: “’Presagio’ aún sin terminar está paralizada en su adaptación, porque Alcoriza se fue a Cannes con Tarahumara. Angulo está levantando socios para hacer una coproducción con Colombia sobre una historia de Alcoriza y mía, y según las últimas noticias del barbudo las cosas van bien. Sólo que el tiempo ha pasado, han surgido nuevos compromisos, y me temo que ya no nos será posible hacerla este año…” El cine abarcaba sus días mexicanos, y preparaba su futuro.
III
Mientras la agente literaria cruzaba un prolongado océano, con destino a Washington y Nueva York, donde consiguió - a costa de empecinada lucha- que Harper & Row aceptara las traducciones de La hojarasca, El coronel no tiene quien le escriba, Los funerales de la mama grande y La mala hora, en la carta a su compadre colombiano, Gabriel García Márquez regresaba a la literatura, con un tema que prefiguraba el trabajo de sus próximos años en la Barcelona de finales de los 60, bajo el paraguas de la “traficante de palabras”.
“El enfoque de la novela del dictador estaba agarrada por donde no era. El problema es que no puedo hacer esa biografía poética prescindiendo de su contexto histórico, pero la invención de ese contexto no sólo es una empresa descomunal, sino que no superará nunca a la realidad, podría conducir a errores de interpretación y además haría perder la perspectiva de la realidad, y desde un punto de vista estrictamente literario, me interesa: la soledad del déspota. Mi propósito es llevar a un plano puramente poético la tesis de que el exceso de poder conduce irremediablemente a la soledad, que ya estaba esbozada en el alcalde de La Mala Hora y que pretendo plantear en un ámbito mucho más amplio. Pues bien: no encuentro el método, y mientras no lo encuentre seguiré patinando en un embrollo de datos que no conducirán a la finalidad que busco”.
En el horizonte: Barcelona, sobre la que el escritor -y futuro presidente de Argentina- Domingo Faustino Sarmiento escribiera en sus memorias de viaje, de 1846: “Aquí hay ómnibus, gas, vapor, seguros, tejidos, imprenta, humo, ruidos, hay un pueblo europeo”, “una ciudad enteramente europea”. Vargas Llosa -en los años 60, del pasado siglo- la vivió como un puerto, una encrucijada abierta, cosmopolita, moderna y porosa a cualquier manifestación cultural. García Márquez la definiría con tres palabras: “Bella, lunática e indescifrable”.
IV
El 5 de febrero de 1965 millones de personas pudieron seguir los funerales de Winston Churchill desde el número especial de un cotizado semanario norteamericano. Un impresionante despliegue: 17 fotógrafos y 40 periodistas había detrás de 23 páginas de excelentes fotografías a color. Reveladas en un laboratorio/avión mientras atravesaba el océano ártico en su recorrido de Londres a Nueva York, permitieron decir, complacido y triunfante al editor de la revista LIFE: “Nos hemos adelantado a las televisiones”. En realidad fue el canto del cisne.
Sólo unos meses después el Telstar, uno de los satélites que comenzaban a agobiar el espacio en torno al planeta, concretó la primera transmisión de un programa de televisión. El cronista cinematográfico, el periodista, el guionista, el escritor Gabriel García Márquez buscaba y miraba con atención al cine y a la televisión.
Un cuarto de siglo después -ya Premio Nobel-, en la Escuela Internacional -que él mismo concibió, desde su nombre, como “de Cine y Televisión”- García Márquez iniciaba un taller en el que cuento, relato y guión se fundían con naturalidad. Búsquedas y conversaciones: otro funeral -24 de febrero de 1989-, del emperador de Japón Hirohito y una foto de LIFE fueron protagonistas: “El otro día hojeando la revista LIFE, encontré una foto enorme…” Y luego de descomponer narrativamente todos los elementos de la foto hasta reparar en uno de ellos, García Márquez proponía “…aquí hay una historia”. Ahora toca buscarla, imaginarla y construirla…
Ambrosio Fornet, investigador y escritor cubano, editó primorosamente las sesiones de aquellos talleres. Julio Ollero, personalidad importante de la cultura editorial española, los convirtió en una colección de cuidados libros con bellas portadas de Eugenio Granell. Todos los derechos -que significaron considerables ingresos- fueron cedidos por García Márquez a la Escuela Internacional de Cine y Televisión.
En las conversaciones con Julio Ollero, supe del rigor, la inteligencia, celos y exigencias de la enérgica, a veces irascible, agente literaria Carmen Balcells, a la que en aquellos años llegué a conocer, circunstancialmente, en la casa habanera del reparto Siboney de García Márquez.
Carmen Balcells fue “La agente literaria”, en un momento en que ese trabajo no existía y autoras y autores eran cautivos de las editoriales. Fue un cambio sustantivo para el mundo editorial español. Supo plantarse en cifras, para sus representados, que podían superar hasta diez veces las que ofrecían los editores, ¡y las conseguía! Logró que el gobierno de España de finales de los años 90 modificara disposiciones fiscales que perjudicaban impositivamente a los autores. Desplegó tácticas particulares para promover, presentar y defender los derechos de sus clientes, desde “la torna” -una palabra catalana que significa el añadido hasta completar el peso de la mercancía- para colocar autores o autoras desconocidas -hasta ese momento- en el paquete con los derechos de escritores/as que los editores deseaban obtener. “En cierto modo los editores que pueden pagar esas sumas no están comprando derechos sino mercado” reflexionaba Mario Muchnik, un editor que mantuvo una estrecha relación con la agente -basada en una cierta admiración mutua- y que con frecuencia rechazó pagar esas cifras o aceptar las propuestas añadidas de “la torna”.
La biógrafa Carme Riera señala que la estructura de la agencia literaria de Balcells se consolidó en los años 70. Para que esto ocurriera se necesitaron dos cosas importantes, ocurridas en la década anterior: por un lado las rápidas transformaciones -en la lectura, el mundo editorial y los medios de comunicación- y por otro el encuentro de sus dos protagonistas. En el cine, el plano con el que comienza una película es el más importante para comprender los que le seguirán. El plano inicial –de esta película- se rodó en México DF un día de julio de 1965. Contiene, ya, todos los elementos de la historia que, en el siguiente medio siglo, construirán sus protagonistas.
VI
Con el visado consular expedido en Nueva York el 15 de junio –México había roto las relaciones diplomáticas con España desde el triunfo del golpe de estado contra la Segunda República en 1939-, Balcells pasó en México tres días de julio. Objetivo: conocer a Gabriel García Márquez, hacerle entrega del contrato con Harper & Row y un cheque de mil dólares.
El encuentro fue emocionalmente inestable para Balcells: “Cuando le dije que había obtenido mil dólares por los cuatro libros me dijo… ¡esto es un contrato de mierda!”. Riera señala en su libro que la agente literaria se quedó estupefacta, le pareció injusto y propio de un petulante, muy seguro de sí mismo y de su valía literaria. Gerald Martín, el biógrafo de García Márquez –citado por Riera- visualizará la escena y el estado de los personajes con minuciosidad: “se queda desconcertada entre la curiosa mezcla de retraimiento, indiferencia y arrogancia que caracterizaba al colombiano”. Balcells, diría años después a su biógrafa: “en realidad Gabo tenía razón, era consciente ya de su valía, de que era un gran escritor… luego nos hicimos amigos y me pareció una persona encantadora”. Riera escribirá que Balcells caería rendida a los pies de García Márquez y que el escritor colombiano, a su vez, reconocería de inmediato la capacidad de gestión de la catalana pese a la cantidad exigua que había conseguido. “Ella lo ayudó, sin lugar a dudas, a llevar a cabo la posibilidad de ser, en la medida de que es capaz de serlo cualquier ser humano, el dueño de todo su poder”, escribirá Gerald Martín.
Carme Riera encontrará las influencias de Gabo en Balcells en “la fascinación del poder y por quienes lo ejercen”. La agente se miraba en un espejo que le devolvía la imagen de Gabo: seguridad, cierta arrogancia y sentido del humor, combinados para sorprender y quebrar expectativas. Los imprescindibles puntos de giro de un guión, compartido. Riera cuenta que en alguna entrevista de trabajo, a un sorprendido aspirante a trabajar en su agencia, Balcells le preguntó “¿Cuál es su anclaje en la angustia universal?”. Expresión tan cargada de ironía, como de un pesaroso humor, que extrajo de una carta enviada desde Barcelona por García Márquez a su amigo Alfonso Fuenmayor, uno de los “cuatro discutidores”, cuarteto de amigos así bautizado por Gabo, que pasó a la historia como el Grupo de Barranquilla.
Influencia en Carmen Balcells, que Gabriel García Márquez asumió -sin ejercerla-: “…gracias a él cambiaron las normas que regulan las relaciones entre autores y editores para beneficiar algo más a los primeros…los que hacen que la gente lea libros”. La reflexión de la agente literaria, esquiva con las entrevistas, se percibe como el discurso interior de quien quiere explicarse la dimensión de una amistad.
A la muerte de Gabo, el discurso interior de Balcells fue una invocación: “Cuando tienes un autor como García Márquez puedes montar un partido político, instituir una religión u organizar una revolución. Yo en vida suya opté por esto último”.
VII
Cuenta Carme Riera que alguna vez García Márquez le preguntó a Carmen Balcells, ¿Me quieres, Carmen? A lo que su agente literaria respondió “No puedo contestar a esa pregunta Gabo, porque eres el 36,2 por ciento de mis ingresos”.
En el índice onomástico de Carmen Balcells, traficante de palabras verifiqué más de cien citas -con sus respectivas páginas- de un nombre: Gabriel García Márquez. En las 437 páginas del libro, ¿setenta? lo tienen íntegramente como protagonista: en México, Cuba, Colombia, Barcelona, Lérida, Gerona, París, Estocolmo… Pensé: tal vez Gabo representa, al menos, el 36,2 del libro. Había comenzado la lectura de la biografía en la página 105, buscando en el libro todas las huellas de la relación de Gabo con el cine.
En una década en la que el cine ocupaba parte importante del imaginario colectivo y la literatura era una fuente de relatos y de ideas, una agente literaria emprendedora, con talento y capacidad para nuevas iniciativas, comprendió que el cine era también una cantera de derechos para sus clientes, en particular para el cliente García Márquez. Parecía que todo cineasta latinoamericano, que se preciara, deseaba llevar al celuloide las sorprendentes imágenes dispuestas a saltar desde la exuberancia de la palabra impresa a la pantalla. La emprendedora que manejaba el ámbito de la palabra escrita, percibía la particular relación de su cliente con el cine: creó BER Audiovisuales, S.A. con las iniciales de los apellidos Balcells, Estrada Mora y Revenga, empresa que nacía dedicada en exclusiva a los proyectos audiovisuales de la obra de García Márquez.
Continué lleno de preguntas, “que siempre son más importantes que las respuestas”, me decía un gran amigo físico, antes de añadir: buscar hace avanzar más el conocimiento, que encontrar. Cuando terminé el libro en la página 439 decidí regresar al primer capítulo, una brillante síntesis de todo el libro que acababa de leer, que Riera titula, con tímida cortesía, “A manera de Introducción”.
Seguí leyendo aquellas páginas con el sosiego de quien degusta las palabras, porque ya conoce los hechos. Es el momento en que la memoria dialoga con nuestra imaginación; sensación o certeza que me llevó al Palau de la Música de Barcelona, un 20 de junio de 2005, donde se celebraba el llamado “Cumplelibros” en el marco del Any del Llibre i la Lectura. Había dos libros en blanco, abiertos, sobre un atril, para que cada visitante-lector dejara su opinión sobre la lectura y los libros. Uno de ellos está encabezado por un texto manuscrito de Gabriel García Márquez: “La lectura es el modo más feliz de conversar con uno mismo”.
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Alberto García Ferrer - Guionista, realizador y productor tucumano. Fue director de la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, fundada por García Márquez, y director de la Maestría de Industrias Audiovisuales de la Universidad Internacional de Andalucía.